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Hoy recogemos aquí varias reflexiones del hermano Pau Fornells, Director del Secretariado para los laicos, acerca de los laicos maristas.
Al difundir estos contenidos por este medio pretendemos también animar a nuestros lectores a enviar sus comentarios a los blogs a través de la web.
¡Feliz Navidad Marista!
03/01/2007
1. EL MISTERIO DE LA NAVIDAD CRISTIANA
Nos estamos preparando para vivir una Navidad más. Todas las fiestas tienen unos prolegómenos. De todas las fiestas cristianas, la Navidad es la que con más antelación se prepara; al menos, a nivel ciudadano. En algunos países, los medios de comunicación y las grandes casas comerciales lo recuerdan desde finales de octubre. La liturgia de la Iglesia Católica dedica a ello las cuatro semanas de Adviento.
Pero, en realidad, ¿qué esperamos? ¿Por qué esperamos? ¿Qué deseamos vivir? ¿Cómo nos preparamos? Ahí caben un sin fin de respuestas diferentes, según lo que cada uno entienda por Navidad.
Desde la perspectiva cristiana, ¿en qué consiste el misterio de la Navidad?
• En el origen se encuentra la experiencia creyente de un Dios Creador que ama entrañablemente (entrañas de madre y padre) su creación. No es un Dios que se desentiende de lo creado y vive tranquilamente en su cielo.
• Experimentamos a un Dios que se encarna (se hace carne) en lo que ha creado y sigue creando. Se hace Uno con todo lo creado para llevarlo a la Unidad (universus), que es la plenitud.
• Un Dios que, siendo omnipotente y eterno, se hace débil y finito. Se hace niño, adolescente, adulto… asumiendo todo lo humano, excepto el pecado. Se hace uno de nosotros para enseñarnos el Camino, la Verdad y la Vida.
• Y se queda con nosotros para siempre: “Yo estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 20b).
• Un Dios de Consolación, Alegría, Paz…
“Alégrate y goza, Jerusalén, mira que viene tu Rey. No temas, Sión, porque ya llega tu salvación. Aquel día dirán a Jerusalén: No temas, Sión, no te acobardes; el Señor, tu Dios, es dentro de ti un soldado victorioso que goza y se alegra contigo, renovando su amor; se llena de júbilo por ti, como en día de fiesta.” (Sof. 3, 14-18a)
• Una Navidad que se espera, se prepara, se celebra y se vive. Si miramos con atención los textos de Lucas que narran la Navidad, vemos como todos los personajes que la preparan están en camino: María, José, Isabel, Zacarías, Juan Bautista, los pastores, los reyes, la estrella…
Toda la creación está expectante, pero en camino. San Juan Crisóstomo decía: “Los Magos no se pusieron en camino porque vieron la estrella, sino que vieron la estrella porque ya se habían puesto en camino”.
¡Qué bien lo supo expresar San Francisco inventando la tradición del pesebre! La creación entera estaba esperando este momento y se extasía ante el misterio del Dios hecho niño.
2. EL MISTERIO DE LA NAVIDAD MARISTA
La Navidad Marista también tiene una fecha y un lugar: 2 de enero de 1817 (Navidad de 1816), en el pueblecito de La Valla-en-Gier (Francia).
También tuvo su preparación (gestación) y, como los grandes misterios de toda Navidad, nació en el silencio, la pobreza y el desconocimiento de los poderosos del momento:
• También nació en un cambio de época: revolución social en Francia (siglo XVIII). El poder político de la monarquía cedía el paso a la burguesía y prepara las grandes revoluciones del proletariado del siglo XIX y XX. Todo ello entre ambivalencias y contradicciones. El eslogan “Igualdad, Fraternidad y Libertad” parecía canalizar el sentir de una nueva concepción antropológica.
• Una nueva conciencia sobre la situación de pobreza y de desigualdad empezaba a desarrollarse. Marcelino se sintió “tocado” por la realidad de tantos niños y jóvenes pobres sin acceso a la educación, por el hecho de que no existían buenos educadores en las grandes ciudades y menos en las zonas rurales.
• Todo esto se vivía en un clima de conflicto entre fe y revolución social.
• Pero un matrimonio de un pueblecito llamado Marlhes (un nuevo Nazaret), supo aunar los cambios sociales y la fe. Eran Jean-Baptiste Champagnat y Marie Chirat, los padres de Marcelino.
• Si leemos atentamente la vida de Marcelino vemos que todos los que le ayudan a intuir la voluntad de Dios sobre su vida estaban en camino: su padre, su madre, su tía Louise, los sacerdotes que marcaron la vida de Marcelino, sus amigos y compañeros de Seminario, y, por último, él mismo. Las Resoluciones, que conservamos escritas de su puño y letra, fueron un magnifico Adviento de lo que estaba pronto a nacer.
• Fue destinado a la Valla donde se encuentró con sus niños y jóvenes, con sus familias, con Jean-Baptiste Montagne y los que serán los primeros hermanos: Jean-Marie Granjon, Jean-Baptiste Audras, Antoine Couturier, Jean-Claude Audras, Barthélemy Badard y Gabriel Rivat. Sólo en 4 meses y medio, nacieron los Hermanitos de María. ¡Sentían la urgencia de la misión!
3. NUESTRA NAVIDAD: DEBEMOS SEGUIR “NACIENDO”
Nicodemo, todo un doctor de la Ley, preguntó a Jesús: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? (Jn. 3, 4a). Y Jesús le da la clave: “Hay que nacer del agua y del Espíritu”. Esfuerzo humano (preparación) y Gracia.
Nuestra Iglesia y nuestra misión Marista deben “re-nacer”, “re-fundarse”, “volver a ser Navidad para el mundo”. Pero no se trata de un nacimiento biológico, sociológico, ni de fertilización “in vitro”. Se trata de un nacimiento consciente a la fe, vivida desde la escucha de los signos de los tiempos.
3.1. No hay Navidad sin Adviento
Yo no nací “cristiano”, aunque me bautizaron el día siguiente que mi madre dio a luz. El bautismo sólo se activa cuando se da una respuesta consciente de adhesión a la fe y los compromisos que ella comporta; claro que siempre añadiendo “por la gracia de Dios”, para que no nos enorgullezcamos de nuestras propias fuerzas.
Es difícil fijar las fechas en que cada uno de nosotros nacimos como cristianos, porque todo en la vida forma parte de un proceso, de un movimiento. Imperceptiblemente, gradualmente y, a veces, espectacularmente, vamos naciendo a los “grandes valores”. Pero hay una constante en todo el Evangelio al narrar las llamadas y las respuestas: la necesidad de ponerse en pie, buscar, hacer camino… No hay Navidad sin Adviento. No hay Pascua sin Cuaresma, sin la determinación de llegar hasta el final, sin jugarse la vida.
3.2. Atentos a los signos de la vida
Yo no nací “Marista”. Por pura casualidad fui alumno de un colegio marista. Mientras fui alumno, nunca pensé en ser hermano. Por pura casualidad fui a una Pascua Juvenil a mis 20 años… y allí me estaba esperando Dios. Ahora, mirando para atrás, veo que Dios había ya estado anunciándose antes, pero quizás yo no estaba preparado o no quería verlo.
Y es que, en Dios, la casualidad no existe. Todo es dirección, todo es camino hacia el verdadero Belén de nuestra historia. ¡Feliz aquél que encuentra su “Belén”: el sentido de su historia! Jesús es la Luz, la Puerta, el Camino, el Maestro… el Amigo en esta aventura.
3.3. Encontrar la vocación de la vida
Un día me enamoré apasionadamente de la vocación y de la misión a la cual Marcelino había convocado a los primeros hermanos. Jesús, María, Marcelino, mis padres, mi maestro de escuela, algunos de los hermanos que conocí… me ayudaron a ser consciente de esa vocación: “No puedo ver a un niño o a un joven sin que me asalte el deseo de enseñarle el catecismo y decirle cuánto lo ama Jesucristo” (M. Champagnat).
Traducido a un lenguaje más profano, sería: “Siento por dentro unas tremendas ganas de que cada niño y joven de este mundo encuentre la Verdad para sus vidas, sean felices, desarrollen sus capacidades, puedan vivir una vida digna y colaborar en la construcción de un mundo mejor”.
Sentir que debo dedica toda mi vida a eso, con una tremenda pasión, esfuerzo y alegría, ésa es mi vocación, la razón de ser de mi vida, mi Verdad.
Lo estoy ahora expresando como un sentimiento para hacerlo más palpable, y lo es; pero toda vocación es un misterio que va más allá de los sentimientos y de las razones. Los que os habéis enamorado de verdad, sabéis de que hablo. Porque Dios, que es Amor, es más grande siempre y no puedo encerrarlo en lo que siento o pienso. ¡Es el Dios siempre Mayor! ¡El Dios de las Sorpresas! ¡El Dios de la Misericordia, de la Consolación, de la Paz; como también el Dios de la Verdad y de la Justicia!
4. LA VOCACIÓN DE LAICO MARISTA: UNA MANERA DE SER NAVIDAD
Y os preguntaréis, ¿y a qué viene esta declaración pública de mi vocación? Pues, para intentar compartir con vosotros, con el debido respeto, algo que también se repite en otras muchas personas, hermanos y laicos maristas.
¡Es Navidad! Y la Navidad es imposible vivirla de verdad sin encontrar su eco en nosotros: ¡Nuestra propia Navidad! ¡Nuestra propia vocación!
La mayoría de vosotros sois profesores, padres de familia, antiguos alumnos o amigos de Marcelino. Estoy seguro que también vibráis por ayudar a los niños y a los jóvenes. Seguro que ellos son importantes para vosotros y no sólo un trabajo remunerado o una obligación biológica, familiar o social.
Todos vosotros tenéis relación con lo Marista. Seguro que veréis en nosotros, los hermanos, cosas buenas y cosas no tan buenas. A veces resulta difícil conjugar la misión educativa y la relación empresarial. Yo lo he podido vivir desde las dos partes, porque antes de ser hermano fui profesor de un colegio marista.
Quisiera invitaros hoy, a las puertas de la Navidad, a volver a contemplar a Champagnat, y a Dios en Champagnat: esa pasión por los niños y los jóvenes, esa pasión por una sociedad mejor, más justa y más humana. Y que os preguntaseis si Dios no os está llamando a través de las intuiciones de ese hombre.
Dios, la Iglesia, nuestra sociedad necesita de hombres y mujeres apasionados por los niños y los jóvenes, no sólo de vuestra familia, no sólo de vuestro colegio. ¡Hay tantos jóvenes solos, tristes, desorientados, que necesitan una mano amiga!
Algunos de vosotros sentiréis eso como una vocación y os gustará vivirla en la línea que Dios le dio a entender a Marcelino Champagnat. Hoy decimos: desde su carisma, desde su espiritualidad, desde su misión, desde una vida descomplicada, hecha de cercanía, de presencia, de familia.
Otros quizás no os lo habéis cuestionado mucho, quizás estáis prevenidos ante semejantes propuestas, quizás os suena a “incienso y cosas del pasado”, quizás no tenéis mucho tiempo y demasiadas preocupaciones… Puede sonar a duro embarcarse en semejante aventura. ¡Bastante tenemos ya con la dureza que nos trae la propia vida!
Pero tengo que deciros que a lo largo y ancho de este mundo tan globalizado y diverso, a la vez tan injusto y con tantas ansias de solidaridad, tan descreído y tan ansioso de confiar en algo y en alguien… ¡se sigue celebrando verdaderamente la Navidad! ¡Y existen Navidades Maristas maravillosas!
He podido conocer a muchos hermanos que son una Navidad permanente para chicos y grandes, en las selvas amazónicas o en las grandes megápolis, en las pequeñas escuelitas, con los niños de la calle, los jóvenes drogadictos o en las cátedras de las grandes universidades…
Y he podido conocer, por millares, laicos maristas sorprendentes, que se sienten maristas por los cuatro costados, que viven la misma pasión de Marcelino por los niños y los jóvenes. Muchos de ellos se unen para ayudarse a vivirlo mejor en más de 300 fraternidades laicales de vida marista, en Voluntariados locales y en proyectos de misión en otros países. Sí, siguen haciendo realidad permanente aquella maravillosa Navidad de 1816.
Nosotros también estamos invitados a hacerlo. Mucho ánimo y felicidad para todos. ¡Feliz Navidad! ¡Feliz Navidad Marista! ¡Y un 2007 lleno de pasión por el Señor!
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